Enseña a morir antes y que la mayor parte de la muerte es la vida y esta no se siente, y la menor, que es el último suspiro, es la que da pena.
Señor don Juan, pues con la fiebre apenas
se calienta la sangre desmayada,
y por la mucha edad, desabrigada,
tiembla, no pulsa, entre la arteria y venas;
pues que de nieve están las cumbres llenas,
la boca, de los años saqueada,
la vista, enferma, en noche sepultada,
y las potencias, de ejercicio ajenas,
salid a recibir la sepoltura,
acariciad la tumba y monumento;
que morir vivo es última cordura.
La mayor parte de la muerte siento
que se pasa en contentos y locura,
y a la menor se guarda el sentimiento.
Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió.
"ª Ah de la vida!"... «Nadie me responde?
ª Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las horas mi locura las esconde.
ª Que sin poder saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
Signifícase la propria brevedad de la vida, sin pensar,y con padecer, salteada de la muerte.
ªFue sueño ayer; mañana será tierra!
ªPoco antes, nada; y poco después, humo!
ªY destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.
Repite la fragilidad de la vida, y señala sus engaños y sus enemigos.
«Qué otra cosa es verdad sino pobreza
en esta vida frágil y liviana?
Los dos embustes de la vida humana,
desde la cuna, son honra y riqueza.
El tiempo, que ni vuelve ni tropieza,
en horas fugitivas la devana;
y, en errado anhelar, siempre tirana,
la Fortuna fatiga su flaqueza.
Vive muerte callada y divertida
la vida misma; la salud es guerra
de su proprio alimento combatida.
ªOh, cuánto, inadvertido, el hombre yerra:
que en tierra teme que caerá la vida,
y no ve que, en viviendo, cayó en tierra!
Prevención para la vida y para la muerte.
Si no temo perder lo que poseo,
ni deseo tener lo que no gozo,
poco de la Fortuna en mí el destrozo
valdrá, cuando me elija actor o reo.
Ya su familia reformó el deseo;
no palidez al susto, o risa al gozo
le debe de mi edad el postrer trozo,
ni anhelar a la Parca su rodeo.
Sólo ya el no querer es lo que quiero;
prendas de la alma son las prendas mías;
cobre el puesto la muerte, y el dinero.
A las promesas miro como a espías;
morir al paso de la edad espero:
pues me trujeron, llévenme los días.
Arrepentimiento y lágrimas debidas al engaño
Huye sin percibirse, lento, el día,
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca, y, despreciada,
lleva tras sí la edad lozana mía.
La vida nueva, que en niñez ardía,
la juventud robusta y engañada,
en el postrer invierno sepultada,
yace entre negra sombra y nieve fría.
No sentí resbalar, mudos, los años;
hoy los lloro pasados, y los veo
riendo de mis lágrimas y daños.
Mi penitencia deba a mi deseo,
pues me deben la vida mis engaños,
y espero el mal que paso, y no le creo.
Agradece, en alegoría continuada, a sus trabajos su desengaño y su escarmiento.
ªQué bien me parecéis, jarcias y entenas,
vistiendo de naufragios los altares,
que son peso glorioso a los pilares
que esperé ver tras mi destierro apenas!
símbolo sois de ya rotas cadenas
que impidieron mi vuelta, en largos mares;
mas bien podéis, santísimos lugares,
agradecer mis votos en mis penas.
No tanto me alegrárades con hojas
en los robres antiguos, remos graves,
como colgados en el templo y rotos.
Premiad con mi escarmiento mis congojas;
usurpe al mar mi nave muchas naves;
débanme el desengaño los pilotos.
Conoce la diligencia con que se acerca la muerte,y procura conocer también la conveniencia de su venida, y aprovecharse de ese conocimiento.
Ya formidable y espantoso suena,
dentro del corazón, el postrer día;
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena
la muerte, en traje de dolor, envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
«Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar, piadosa, viene
espíritu en miserias anudado?
Llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe, y mi vivir ordene.
Muestra el error de lo que se desea y el acierto en no alcanzar felicidades.
Si me hubieran los miedos sucedido
como me sucedieron los deseos,
los que son llantos hoy fueran trofeos:
ª mirad el ciego error en que he vivido!
Con mis aumentos proprios me he perdido;
las ganancias me fueron devaneos;
consulté a la Fortuna mis empleos,
y en ellos adquirí pena y gemido.
Perdí, con el desprecio y la pobreza,
la paz y el ocio; el sueño, amedrentado,
se fue en esclavitud de la riqueza.
Quedé en poder del oro y del cuidado,
sin ver cuán liberal Naturaleza
da lo que basta al seso no turbado.
Contiene una elegante enseñanza de que todo lo criado tiene su muerte de la enfermedad del tiempo.
Falleció César, fortunado y fuerte;
ignoran la piedad y el escarmiento
señas de su glorioso monumento:
porque también para el sepulcro hay muerte.
Muere la vida, y de la misma suerte
muere el entierro rico y opulento;
la hora, con oculto movimiento,
aun calla el grito que la fama vierte.
Devanan sol y luna, noche y día,
del mundo la robusta vida, ª y lloras
las advertencias que la edad te envía!
Risueña enfermedad son las auroras;
lima de la salud es su alegría:
Licas, sepultureros son las horas.
Descuido del divertido vivir a quien la muerte llega impensada.
Vivir es caminar breve jornada,
y muerte viva es, Lico, nuestra vida,
ayer al frágil cuerpo amanecida,
cada instante en el cuerpo sepultada.
Nada que, siendo, es poco, y será nada
en poco tiempo, que ambiciosa olvida;
pues, de la vanidad mal persuadida,
anhela duración, tierra animada.
Llevada de engañoso pensamiento
y de esperanza burladora y ciega,
tropezará en el mismo monumento.
Como el que, divertido, el mar navega,
y, sin moverse, vuela con el viento,
y antes que piense en acercarse, llega.