D.FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS:
Vida y obra.
Muerta Dª. María en 1600, D. Fco. de Quevedo y sus hermanas heredan los derechos y otros bienes
de mayor cuantía que, por compra o herencia, la madre tuviese en el pueblo.
Poco después empezarían los "Pleitos" entre D. Fco. de Quevedo y las autoridades locales. A partir
de entonces Quevedo empieza a visitar la Torre de Juan Abad, donde pasaba largas temporadas, unas
veces para arrendar los propios de la Villa, otras para hacer suyos 3 censos más, algunas por
destierro, y las más como retiro voluntario para poder escribir con tranquilidad y sosiego.
En 1621, y en colaboración con D. Alonso Mesía de Leiva, que le sirvió de testaferro, Quevedo
permutó los censos por la propiedad directa de los bienes propios y la jurisdicción de la villa,
con lo que se convirtió, y así empezó a intitularse en sus obras y documentos, en "Señor de la Villa
de Torre de Juan Abad".
El gran biógrafo de Quevedo, D. Luis Astrana Marín, en su obra "Vida turbulenta de Quevedo", dice:
"La Torre de Juan Abad permanecerá inmortal siempre, por haber sido señorío del gran Quevedo, que
allí compuso muchas de sus principales obras".
En la contemplación de estos parajes se deleitaba "genial" Quevedo, sirviéndole de inspiración:
Joray, el Guadalén, sus gentes, las labores de campo, de trilla, el vino ... etc..
FRAGMENTOS
A Floris
¡Oh Floris! ¡Quién pudiera mudar su pena,
trasladar su llanto,
del sacro Guadalén a la ribera;
donde una vez los ojos, otra el canto,
pararon y crecieron ese río,
menos de las montañas que no mío!
A un doctor en la Corte
Si me hallo, preguntáis,
en este dulce retiro,
y es aquí donde me hallo,
pues andaba allá perdido.
Aquí me sobran los días
y los años fugitivos
parece que en estas Tierras
entretienen el camino.
Por acá Dios sólo es grande,
porque todos nos medimos
con lo que habemos de ser,
y ansí todos somos chicos.
Desde la Torre
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡Oh gran don Iosef! docta la emprenta.
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquella el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
A las Torres de Joray
Son las Torres de Joray
calavera de unos muros
en el esqueleto informe
de un ya castillo difunto.
Donde murió su homenaje
hoy amenaza su bulto:
fue fábrica y es cadaver;
tuvo alcaides, tiene búhos.
En la Torre de Juan Abad, además de sus numerosas obras, D. Fco. de Quevedo despachó muchos
asuntos de estado (desde su cargo de Secretario Real), recibió a los personajes más influyentes
de la política y la sociedad, incluido el mismo rey Felipe IV, que pernoctó en su casa. Desde
aquí mantuvo correspondencia con papas, reyes y grandes personalidades de la política y de la
cultura europeas.
De aquí, a principios de 1.645, se trasladó a Vva. de los Infantes, en busca de mejores
cuidados médicos, donde murió el 8 de septiembre de ese mismo año.
Sonetos